Francisco Burgos Lecea: un brillante narrador en el olvido
Autor: José Rasero Balón
Publicado en CaoCultura13 de marzo de 2017
Publicado por la Editorial Dalya y con Prólogo de Juan José Téllez (en el que ya nos avisa: “Lo que descuella en esta obra es la noticia puntual sobre la biografía y los empeños del escritor jerezano Burgos Lecea, cuyo nombre y cuyos libros fueron borrados de un plumazo de nuestro patrimonio intelectual.”), el ensayo se divide en Introducción, veintidós capítulos, y los anexos.
En la Introducción, Gil Cano nos relata cómo llegó a Burgos Lecea. La revista Isla (publicada en Cádiz entre 1932 y 1936, y en Jerez desde 1937 a 1940), incluye una reseña en su número 5 (dirigido por el poeta gaditano Pedro Pérez Clotet) sobre Los caballitos del diablo, de Francisco Burgos Lecea, jerezano. El gentilicio hizo saltar las alarmas de Mauricio. Un autor de su ciudad del que no sabía nada. “Un maestro en el difícil arte de narrar, ignorado; un rebelde contra la injusticia y el dolor cuyas palabras flotaban en el olvido”.
Y comienza la labor de búsqueda. Tras consultas infructuosas en diccionarios de literatura, pesquisas en archivos varios y hemerotecas, o la constatación de que “hoy por hoy, puede considerarse prácticamente inencontrable El cuaderno emborronado: libro de aguafuertes (publicado en 1933), consigue hacerse Gil Cano con las primeras ediciones –y únicas– de Xaicxi, delantero (1928) y Los caballitos del diablo (1933). En ellas encuentra mayor información y, poco a poco, va reconstruyendo la actividad vital y literaria de Burgos Lecea.
También en la Introducción, leemos un hecho que define el carácter honesto, comprometido, y bondadoso de nuestro protagonista. José Gutiérrez–Ravé recoge (en un curioso librito de 1943 titulado ¿Cómo se liberó usted?) el testimonio de catorce personalidades que sufrieron prisión durante la Guerra Civil en la “zona roja”. Destaca Mauricio el del novelista Ricardo León. Cuenta el barcelonés que cayó preso en una de las peores checas de Madrid, y que se hallaba irremediablemente sentenciado al “paseo”, en represalia por el asesinato de García Lorca: “Otro poeta me salvó. Burgos Lecea”.
En los siguientes doce capítulos, Mauricio Gil Cano recupera y analiza la vida y la obra del escritor jerezano. Nacido la tarde del 2 de agosto de 1898 en la calle Santa Clara, su familia se trasladó posteriormente a Madrid, donde publica sus primeros cuentos en la revista taurina La Lidia, en 1918. Trabajará como empleado municipal, comenzará su compromiso político, siempre cercano al comunismo, y se casará con María Dolores López, con quien tendrá tres hijos.
En 1928 publica el libro de cuentos Xaicxi, delantero. Doce cuentos, con gran éxito de crítica, “que reproducen el mismo esquema: alguien de origen modesto se afana por conseguir el éxito hasta el agotamiento o la muerte”, y en los que Burgos Lecea “presenta (ya) un universo narrativo propio”.
En 1933 publica otros doce cuentos bajo el título de Los caballitos del diablo. Baste citar una de las críticas que nos presenta Mauricio Gil Cano. Ataúlfo G. Asenjo, para La Libertad: “Estamos ante el escritor más original que se ha conocido, ante un caso único, ante un caso excepcional, ante un escritor de recia obra, de contundente y concisa prosa y de absoluta independencia”.
Como autor dramático, Burgos Lecea “quiere llevar sus planteamientos vitales al escenario, a través de un teatro de vanguardia… Pretende renovar el teatro español y aun del mundo”. En 1930 publica en El Imparcial su Manifiesto sobre la fundación del “Teatro de la nueva literatura”, en el que, además de clamar por la renovación y la juventud, es implacable con empresarios, directores, cómicos, autores, y llega a asegurar que el teatro español está podrido por fuera y por dentro.
Escribió y representó (no fueron publicadas) dos obras: La heroína del amor sublime (1928) y La rosa inmarchitable (1930). Los “severos palmetazos de la crítica” no le impidieron continuar con su infatigable afán (que diría Luis Landero). Creó la Agrupación Teatral La Cancela Abierta y, posteriormente, el Teatro Íntimo El Mirador.
Emprendió también una aventura editorial con la publicación del periódico Frente Literario, que pretendía ser una continuación de la labor de vanguardia de la desaparecida Gaceta Literaria, de Giménez Caballero. Llegaron a salir cuatro números, aunque Mauricio Gil Cano solo ha podido localizar los tres primeros en la hemeroteca de la Residencia de Estudiantes de Madrid. En el número 1 aparece el manifiesto del “Verticismo”, forma de vanguardia que Burgos Lecea resume como “la unión de la Ciencia y el Arte, para vencer al Dolor y al Odio”. El número 3 está dedicado por completo a Juan Ramón Jiménez, al que, además, se le preparó un homenaje en la Feria del Libro madrileña. Hilarante y esclarecedor este episodio con el gran poeta onubense (así como un encuentro anterior con el dramaturgo Jacinto Benavente) que, me van a permitir, no desvelaré.
Dejemos aquí estas pinceladas, que solo han pretendido adelantarles algunos aspectos (el rigor, la curiosidad, la pasión) de esta pequeña joya que seguro encontrarán en la librería más cercana.
Francisco Burgos Lecea, tras la Guerra Civil, estuvo en varias cárceles franquistas, hasta su liberación el 19 de diciembre de 1950. “Cuando después de muchos años, salió en libertad y se halló ante el espectáculo de su hogar y las dificultades de ganarse la vida bajo un régimen que le era hostil, se lanzó de cabeza por la ventana de su casa, un quinto piso”. Era el 5 de marzo de 1951.
Versos decimales: nuevo poemario del gaditano Fernando Lobo
Publicado en Diario Bahía de Cádiz3 de enero de 2017
Fernando Lobo, que prepara un nuevo disco con el que celebrará sus diez años de grabaciones, ha lanzado con la editorial Dalya su nuevo libro, un segundo poemario con el nombre de ‘Versos decimales’; donde a modo de juego se adentra en el mundo de la décima (una estrofa del siglo XVI), escribiendo poemas que abordan temáticas de lo más dispar y exprimiendo diferentes posibilidades del lenguaje. Incluye colaboraciones con Aute, Sabina, Drexler, Téllez, Rozalén o Benítez-Reyes.
El músico y escritor gaditano Fernando Lobo, que prepara un nuevo disco, ‘En petit comité’, con el que celebrará sus diez años de grabaciones, ha lanzado recientemente con la editorial Dalya su segundo poemario, ‘Versos decimales’.
Se adentra en el mundo de la décima (estrofa clásica creada en el siglo XVI por el rondeño Vicente Espinel), moviéndose por su estructura “como un acróbata de la palabra”, escribiendo poemas que abordan temáticas de lo más dispar y exprimiendo diferentes posibilidades del lenguaje, “afrontando la escritura como un juego, aunque también con rigor y oficio”. En sus páginas entrelaza tanto versos poéticos como irónicos, íntimos, divertidos, críticos, cotidianos, filosóficos o experimentales, “rompiendo barreras entre lo clásico y lo actual, entre lo oral y lo escrito, o entre lo culto y lo popular, dando lugar a un libro muy dinámico”, se reseña en la nota remitida a DIARIO Bahía de Cádiz.
Este proyecto, que empezó como un juego en las redes sociales, como ejercicio de técnica y desafío al ingenio, ha crecido y se ha plasmado en el papel “con la expresividad que esta sonora estrofa derrocha”. El resultado es ‘Versos decimales’, un conjunto original de rimas “para todos los gustos”, incluyendo algunas co-escritas con músicos (Aute, Sabina, Ruibal, Drexler, Rozalén…), poetas (Juan José Téllez, Felipe Benítez-Reyes, Alexis Díaz Pimienta…), gente del Carnaval (Ana López Segovia, Argüez…) y algún rapero (Cifra 3) que también se han unido a esta “fiesta del verso”. El diseño de la cubierta es obra del artista gráfico Paco Mármol.
La obra de Lobo se define como “una búsqueda continua de la expresividad, tanto en su música como en su manera de escribir”. En ambas facetas alterna diversos registros que determinan la personalidad heterodoxa de sus creaciones.
Ha recorrido escenarios selectos compatiendo cartel con artistas como Joaquín Sabina, Rozalén, Serrat, Kiko Veneno o Javier Ruibal (entre muchos otros). Ha publicado tres discos (‘Vengo’, ‘Encrucijada’ y ‘Para seguir’) y actualmente prepara el cuarto, apoyándose en el micromecenazgo.
Y antes de ‘Versos decimales’ ha publicado otros dos libros: ‘Nosequé Nosecuántico,’ novela de ciencia-ficción y humor co-escrita junto a Israel Alonso y ‘Diario del niño que quería ser poeta o pájaro’, de poesía. También se incluyen poemas suyos en las obras colectivas ‘Estrofalario’ y ‘65 Salvocheas’. Además ha colaborado escribiendo para periódicos y revistas culturales.
DE CÓMO EL PRESENTADOR SE NIEGA A PRESENTAR EL LIBRO UN EDIFICIO SOBRE EL MAR Y LOS MOTIVOS QUE ESGRIME
Dolors Alberola
Poeta
Presentar un libro es creer en su autor, en la palabra que viene envuelta entre sus páginas, en los sueños, en este caso, de un hombre que conjuga, que igualmente conjura, verso a verso, la única palabra, amar. A veces este amar se escribe con vocales, con consonantes, lluvia cayendo sobre aquellas a modo de sonoros acentos, comas que, tal la hierba, separan varias frases y les abren paisajes en los que la sonrisa de la amada revuela como un cóndor.
Presentar un libro no es siempre leer fragmentos de sus versos, hablar de la sintaxis, del estilo, de los diferentes recursos que encierra, se puede hablar exactamente de cómo el poeta sonríe ante la musa y estaremos pintando su palabra, de cómo el poeta vive el tacto irrevocable de cada sensación y diremos la música. De cómo el propio poeta se desnace y convertido en signo habla para nosotros y estaremos leyendo más abajo quizás de algunas citas, pero yendo hacia arriba, hacia la luz más alta, hacia el alma del libro o del papel, porque el papel es siempre el continente del alma del autor y por ello es de alma,
Presentar un libro es que ahora yo me siente, por ejemplo, aquí y coja entre mis manos este Edificio sobre el mar y se licúen sus páginas y el agua os llegue a todos y os purifique el labio, la sed y hasta la orilla del delirio más alto. Y, tal vez, no os diga nada sobre lo que contiene, pero abra la caja de Pandora y, en vez de tantos males como vienen cayendo desde el mundo, se nos revierta un aire totalmente cómplice que nos empuje al aire. O quizás ni la abra, sencillamente diga, esto es el revés del espejo del mal –y os lo enseñe- entrar en él es desnudar del miedo cada cosa y dejarla desnuda como ofrenda perenne, dejarla ante los ojos como una lupa enorme que ciegue lo terrible y nos abra las manos.
Presentar un libro puede ser no hablar nunca de él, crear un clima de miedo o de sospecha hacia todo lo oculto que, al rozar el título, se convierte en deseo. Un deseo terrible de tenerlo, una sospecha cierta de que dirá exactamente lo que, sin esperar, quisiéramos leer, una tendencia inalienable a penetrar sus páginas y poseerlo entero.
Presentar un libro es lo mismo que acercarse en la noche a un lugar tan secreto que en su oscuridad se iluminen mil mundos y todos sean uno, el texto que el autor nos deja entre las manos, a modo de caricias o de droga o de pequeña muerte, y, una vez allí, no quede más razón que compartirlo, llenar la sala ahora de sílabas y sílabas que no formen los versos que contiene, pero que, a cambio, amarren, como cuerdas muy libres, vuestras manos a un mundo de poesía.
Pero no todo acaba aquí. No todo va a ser solamente la no presentación de un magnífico poemario que realmente no precisa de nada sino que basta con ser leído y degustado. También esta noche vamos a disfrutar de la enorme pericia de este poeta a la hora de la metáfora, de la musicalidad, de la comunicación, por medio de un puñadito de poemas inéditos que nos dejarán con ganas de más y, cómo no, de la maravillosa música de nuestros entrañables amigos, El domador de medusas, que, con sus acordes no solo dominarían a las propias sino también a todas las sirenas y monstruos literarios que habitan en el fondo de las aguas, el fondo inaccesible de la luz, el fondo de la matemática; pues tanto la música como la poesía no son sino variantes idílicas del número, imitación preclara de ese vocabulario de los ángeles, huellas tangibles de lo que llamamos Dios sobre la tierra.