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DE CÓMO EL PRESENTADOR SE NIEGA A PRESENTAR EL LIBRO UN EDIFICIO SOBRE EL MAR Y LOS MOTIVOS QUE ESGRIME

Dolors Alberola
Poeta

Presentar un libro es creer en su autor, en la palabra que viene envuelta entre sus páginas, en los sueños, en este caso, de un hombre que conjuga, que igualmente conjura, verso a verso, la única palabra, amar. A veces este amar se escribe con vocales, con consonantes, lluvia cayendo sobre aquellas a modo de sonoros acentos, comas que, tal la hierba, separan varias frases y les abren paisajes en los que la sonrisa de la amada revuela como un cóndor.

Presentar un libro no es siempre leer fragmentos de sus versos, hablar de la sintaxis, del estilo, de los diferentes recursos que encierra, se puede hablar exactamente de cómo el poeta sonríe ante la musa y estaremos pintando su palabra, de cómo el poeta vive el tacto irrevocable de cada sensación y diremos la música. De cómo el propio poeta se desnace y convertido en signo habla para nosotros y estaremos leyendo más abajo quizás de algunas citas, pero yendo hacia arriba, hacia la luz más alta, hacia el alma del libro o del papel, porque el papel es siempre el continente del alma del autor y por ello es de alma,

Presentar un libro es que ahora yo me siente, por ejemplo, aquí y coja entre mis manos este Edificio sobre el mar y se licúen sus páginas y el agua os llegue a todos y os purifique el labio, la sed y hasta la orilla del delirio más alto. Y, tal vez, no os diga nada sobre lo que contiene, pero abra la caja de Pandora y, en vez de tantos males como vienen cayendo desde el mundo, se nos revierta un aire totalmente cómplice que nos empuje al aire. O quizás ni la abra, sencillamente diga, esto es el revés del espejo del mal –y os lo enseñe- entrar en él es desnudar del miedo cada cosa y dejarla desnuda como ofrenda perenne, dejarla ante los ojos como una lupa enorme que ciegue lo terrible y nos abra las manos.

Un edificio sobre el mar

Presentar un libro puede ser no hablar nunca de él, crear un clima de miedo o de sospecha hacia todo lo oculto que, al rozar el título, se convierte en deseo. Un deseo terrible de tenerlo, una sospecha cierta de que dirá exactamente lo que, sin esperar, quisiéramos leer, una tendencia inalienable a penetrar sus páginas y poseerlo entero.

Presentar un libro es lo mismo que acercarse en la noche a un lugar tan secreto que en su oscuridad se iluminen mil mundos y todos sean uno, el texto que el autor nos deja entre las manos, a modo de caricias o de droga o de pequeña muerte, y, una vez allí, no quede más razón que compartirlo, llenar la sala ahora de sílabas y sílabas que no formen los versos que contiene, pero que, a cambio, amarren, como cuerdas muy libres, vuestras manos a un mundo de poesía.

Pero no todo acaba aquí. No todo va a ser solamente la no presentación de un magnífico poemario que realmente no precisa de nada sino que basta con ser leído y degustado. También esta noche vamos a disfrutar de la enorme pericia de este poeta a la hora de la metáfora, de la musicalidad, de la comunicación, por medio de un puñadito de poemas inéditos que nos dejarán con ganas de más y, cómo no, de la maravillosa música de nuestros entrañables amigos, El domador de medusas, que, con sus acordes no solo dominarían a las propias sino también a todas las sirenas y monstruos literarios que habitan en el fondo de las aguas, el fondo inaccesible de la luz, el fondo de la matemática; pues tanto la música como la poesía no son sino variantes idílicas del número, imitación preclara de ese vocabulario de los ángeles, huellas tangibles de lo que llamamos Dios sobre la tierra.